Escribir, para un aprendiz, se me hace presuntuoso.
Yo diría que trato de embobinar ideas con anécdotas y ficciones que surgen de la pelea neurona-hormona y que, a veces en forma afortunada, se tejen con algo honroso, de abolengo, con ritmo, con una pequeña imagen.
A veces un recuerdo divertido de aventuras provoca que hiervan las palabras que pelean por salir, pero las borro porque son precipitadas. Repaso algún libro de los que sí son escritores y les pido clemencia como si fueran la biblia y entones surgen frases como “La vida se comporta como la pendiente de una pista de esquí” o “Los obstáculos no se terminan”.
¡Qué mejor lugar para escribir mis anécdotas que cerca de mi carriola!
Mastersilva